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Foto del escritorCarolina Sharma

Negocios Internacionales y Comercio Exterior. "Mi historia de como llegue a Alemania".

Actualizado: 15 oct 2023


Cuando estaba terminado la Universidad, mi mamá se encontraba hospitalizada, por una cirugía enorme que le hicieron para sacar una gran parte de un tumor cerebral. Creo que es la primera vez en mi vida en la que empecé a entender lo rápido que podría pasarse la vida y lo frágil que somos como seres humanos. Un día estamos bien y al otro, como mi mamá, enfrentando todo tipo de secuelas y tratando de sobrevivir conectada a muchos cables. Esa experiencia me mostró las primeras sensaciones reales de miedo. Miedo a morir sin haber vivido, miedo a lanzarme a lo desconocido, miedo a hacer cosas que la gente tiende a criticar, miedo a ser lo que yo quería ser y hacer.

Todos esos miedos me sirvieron para pellizcarme y pensar: ¿Y ahora qué hago con mi carrera? ¿Sigo en la clínica acompañando a mi mamá en su proceso? ¿O decido terminar la universidad? Me faltaba completar la tesis para culminar mis estudios profesionales. En ese momento vivía en Bogotá y viajaba de manera frecuente a Cali para estar pendiente de esta calamidad familiar.

Un día, como por sorpresa, mi mamá abrió sus ojos y me pidió de muchas maneras que le diera un papel y un bolígrafo. Yo le hablaba mucho mientras sus ojos permanecían cerrados la gran mayoría del tiempo. Ese día, escribió con letra poco clara y muy temblorosa: “Termina la universidad” y lo otro fue, ”¿tienes plata para el taxi”? Ese mensaje fue una confirmación a todas mis preguntas. Mientras yo lloraba enternecida por el afán de mi mamá por hacerme sentir bien y pensar en mi bienestar a pesar de su condición, decidí seguir haciendo mi tesis entre la clínica, la casa y cualquier lugar donde tuviera que estar. Decidí que iba a terminar esa tesis y graduarme por ventanilla, ya que la ceremonia de graduación no era un evento en el que me apeteciera participar en esos momentos.

Cuando terminé la tesis tuve la sorpresa de obtener una nota sobresaliente. Nunca supe como la terminé porque mi cabeza se partía en varios segmentos y mi concentración era poca. Pero creo que saber que mi mamá se sentiría orgullosa al verme terminar la Carrera, era mi premio a este esfuerzo. Además, para mí era definitivamente una buena motivación culminar esa tesis y obtener mi título universitario. Esto me permitiría no solo entrar a una buena empresa, sino seguir estudiando en el futuro y aprender nuevas culturas e idiomas, lo cual desde muy pequeña estuvo dentro de mis grandes anhelos.

Más tarde, y una vez mi mamá se encontraba recuperándose en la casa con múltiples secuelas mentales y de movilidad, regresé a Bogotá a trabajar en una Naviera: Mediterranean Shipping Company (MSC). Un año más tarde pasó lo que nunca hubiera imaginado que sería posible enfrentar emocional y físicamente: mi padre también estaba muy enfermo y la estabilidad de la familia, especialmente la salud, se estaba derrumbando rápidamente. Mi padre sufría una cirrosis que, por la ingesta de alcohol durante mucho tiempo, le pasó factura a sus 60 y pico de años y ya no había reversa: tendría que enfrentar un transplante de hígado, si quería seguir viviendo.

Dadas las desafortunadas circunstancias, decidí dejar mi trabajo y mi vida en ese entonces en Bogotá para trasladarme definitivamente a Cali. Mi familia (y especialmente yo) lo necesitaba, porque cada día me sentía ahogada, llena de miedos e incertidumbre de lo que estaría pasando en Cali. Al cabo de un par de meses, yo estaba instalada en casa de mis padres y afortunadamente mi papá pudo encontrar un donante muy rápido. El proceso de ser trasplantado es una historia muy larga que en otro momento compartiré. En esta, quiero contarles cómo mi vida volvió a dar un giro de 180 grados que implicó no volver al mismo punto, algo tan importante como para decidir moverme de nuevo de donde me encontraba.

Una vez mi papá salió de su transplante y fue trasladado a casa, unos 3 meses después de su operación, nuevos retos emocionales empezaron a aparecer. Los miedos que surgieron con la salud de mi mamá unos dos años atrás volvieron con más fuerza, pero esta vez mostrándome otras necesidades. Mi papá se adaptó rápidamente a nuevos hábitos, la cantidad superlativa de medicamentos diarios para evitar un rechazo del transplante, y en general a cambiar completamente su vida ya que esta oportunidad la alargaría, pero no tanto como hubiéramos querido. Su disciplina y ganas de vivir me mostraron cómo el quería continuar de manera independiente con sus cuidados médicos.

Los cuestionamientos de cómo debería recorrer el camino de mi vida, empezaron justo en la mejor fase de salud de mi papá. Él ya se movía solo, se sentía muy fuerte e incluso tomó muchas de las responsabilidades como esposo en la salud de mi mamá quién, a diferencia de él, necesitaría ayuda el resto de su vida. Mi papá no supo cómo canalizar sus emociones y de múltiples maneras empezó el maltrato verbal para que yo me fuera de casa. En ese momento lo tomé como un castigo, pero al mismo tiempo este fue el mayor impulso para preguntarme: ¿Cuándo quería empezar mis estudios de postgrado? Quería poner en uso los idiomas que sabía (alemán e inglés) para dicho propósito. ¿Era realmente el momento de tomar acción y enfrentar todos esos miedos y cuestionamientos profundos?

Sin entenderlo mucho y sin darle vuelta a las cosas, pero regida por la emoción “negativa” de mi padre empecé a buscas maestrías en Alemania y a preparar mis documentos para las aplicaciones que correspondieran. No estaba segura de todo, ni tampoco sabía si las cosas se darían rápidamente. Lo que sabía es que la vida me estaba mostrado que era momento de pensar en mí, en que salir del país podría llevarme a vivir experiencias que, quedándome en casa, nunca podría experimentar. Pensar en mí, quizás, al final podría impactar de manera positiva a mis padres. Yo pensaba que mi bienestar e independencia les quitaría un peso con las responsabilidades de la casa. Y esa fue una realidad que años más tarde confirmaría.

Pasaron unos cuantos meses después de mi aplicación a la Universidad de Worms en Alemania, y en donde por fortuna fui aceptada. Esta Universidad esta orientada a gente que, como yo, había tenido previa experiencia laboral y bajo un esquema de sistema dual. Este esquema fue el que yo tuve en la carrera técnica que cursé en alemán años atrás dentro del Colegio Alemán en Bogotá (ICAFT). Luego estudié Administración de Empresas con enfoque comercial y económico en la Universidad Empresarial, la cual tenía un sistema dual (Berufschule). Aunque mi Universidad no tenía mucho renombre en Colombia, aprendí en corto tiempo después de empezar mi maestría en Negocios Internacionales y Comercio Exterior en la Universidad de Worms (Alemania), que las limitaciones y preferencias universitarias en Colombia, se quedan en nuestro imaginario de la percepción de lo “bueno” o “malo” a nivel académico.

La Universidad Empresarial no era “mucho” en Colombia en ese entonces, pero en mi aceptación de maestría fue crucial demostrar que estudié en una Universidad en Colombia con un sistema dual alemán. Esto resuena fuertemente dentro de muchos programas de postgrado en Alemania. En marzo del 2011 emprendí un viaje más lejos de lo que alguna vez pude haber planeado, orientada más por mis ganas de progreso, por miedo a quedarme en casa con mi papá reclamando su espacio y un apoyo económico por mi parte, además de una mamá que tenía gran dependencia emocional conmigo y una discapacidad de por vida. Mucha gente, incluyendo familiares y amigos, me criticaron por “abandonar” a mis padres.

Hoy en día han pasado 12 años desde que emprendí esta aventura. Llegué a Alemania con dos maletas grandes, sueños por construir otro estilo de vida y las ganas de aportar desde la distancia al bienestar de mis padres. Les puedo asegurar que aplicar a una universidad con todos los miedos e incertidumbres de si era lo que deseaba, fue al final, la mejor decisión de mi vida. No sólo porque logré terminar de manera exitosa mi maestría, sino por toda la experiencia que ha significado, hasta el sol de hoy, haberme atrevido a mudarme de un país a otro.

Hoy en día tengo una carrera profesional exitosa, trabajo en una de las mejores empresas de

tecnología del mundo y como en mis sueños de niña, he logrado conocer muchas personas con culturas y formas de pensar diversos que enriquecen cada día de mi vida. Tengo además una familia maravillosa, que lejos de pensar que era una meta en ese entonces, ha sido parte de la construcción del camino que la vida me ofrecía al tomar la decisión de salir del país.

Quiero terminar esta historia compartiéndoles un pensamiento sobre este impulso por irme al exterior a estudiar: No todo en la vida se resume a tener recursos económicos para lograr estudiar o salir del país. Lo primero que recomiendo es preguntarse: ¿Cuáles son nuestros grandes miedos? ¿Son esos miedos tal vez un bloqueo para no tomar la iniciativa de dar un paso adelante y estudiar algo que nos guste? ¿O pueden ser esos miedos usados como trampolín a nuestro siguiente nivel como seres humanos y profesionales? En mi caso puedo confirmarles: Mis estudios superiores fuera de Colombia nunca estuvieron motivados por un deseo de ser experta en un tema o ser la mejor estudiante, o tener el mejor trabajo. Mis estudios superiores eran necesarios para cambiar la vida que tenía en Colombia, para ayudar y apoyar una sana recuperación de mis padres desligándome de dependencias emocionales tóxicas, y para encontrar mi propósito. Yo quería saber si la vida podría ofrecerme algo más allá de las situaciones difíciles que me rodeaban.

Mis estudios profesionales, me ayudaron a cambiar mi forma de ver la vida, a descubrirme como mujer, como profesional y como ser humano. También me abrieron un mundo a lo que llamamos diversidad cultural, entender cómo funciona el mundo para otras personas y, en fin, una enorme lista de aprendizajes que dan un sentido mucho más profundo y maravilloso a nuestras vidas.


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