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Foto del escritorCarolina Sharma

Historia, Literatura y Español. "Encontrándome Entre Libros."

Actualizado: 20 may 2023

Autora: Adriana Gordillo


––Hija, en esta casa no hay plata. La única herencia que te puedo dejar es la educación.

––Esta muchachita no va a servir para nada… ¿no ve esas notas tan malas?

––¿Que va a estudiar qué? ¿Pero de qué va a vivir?


¿Alguna vez has escuchado frases similares? Si tu respuesta es afirmativa, quizá también has creído que algunas de esas frases son verdad y que no tienes futuro. Exceptuando la primera, que fue en realidad el mejor regalo que me ha dado mi madre, las otras frases deben botarse a la basura. Sé que a veces se dicen con la mejor intención o con una genuina preocupación por nuestro bienestar; sin embargo, son frases que nos limitan, que nos encierran en cárceles mentales. Esta historia es especialmente para quienes aún no han encontrado su vocación, pero también para quienes disfrutan de la creatividad y del aprendizaje, aunque sus notas aún no lo demuestren. Es una historia para animarte a buscar alternativas de educación más allá de lo que los demás esperan de ti.

Estudié en un colegio muy bueno en Cali gracias al esfuerzo económico de mi madre, pero mis notas eran terribles. Tenía muchos problemas emocionales debidos a la violencia de género que se vivía en casa y eso afectó mi estudio. Sin embargo, amaba leer y, aunque tenía malas notas, devoraba libros constantemente y me encantaba aprender. Simplemente, no lo hacía de la manera que se esperaba. Cuando llegó la hora de decidir qué carrera estudiar, yo estaba perdida. No sabía en qué me gustaría trabajar, ni para qué era buena. Las frases limitantes habían hecho su trabajo. Decidí estudiar odontología, quizá para darle gusto a mi madre, aunque ella nunca me lo pidió. Pero no fui aceptada en el programa. Pensé entonces que, como me encanta el mar, debería estudiar Biología Marina. Pero soy pésima para las ciencias y mis notas lo demostraron. Otro fracaso acompañado de frases limitantes… Mientras tanto, seguía devorando libros…

Después de seis semestres fallidos en Biología (y en un momento de lucidez y sinceridad conmigo), decidí entrar al programa de Historia. Las frases limitantes se multiplicaron por todos los frentes: “¿Qué va a hacer con esa carrera? ¿Va a ser una simple profesora? No va a tener ni en qué caerse muerta”. Pero esta vez, cada palabra castrante me resbaló, porque por fin había encontrado algo que me hacía feliz. Por fin había escuchado a mis libros y mis notas eran ahora un buen reflejo de mi interés académico.


Sabía que quería incorporar la literatura en mi trabajo, cualquiera que este fuera, así que pensé en hacer una maestría en literatura. Tuve mucha gente que me apoyó en este momento: mi madre, como siempre, fue el apoyo económico; mi tía—mi pilar emocional—mis profesores de Historia fueron mis guías, y mis amigas, la fuerza para abrazar lo desconocido. Uno de mis profesores me animó a solicitar una beca para hacer una maestría en Español en Estados Unidos (lo que en Colombia sería una maestría en literatura). Aún recuerdo cuando recibí la carta de aceptación y la beca para la Universidad de Cincinnati. Lloré de alegría y de tristeza al mismo tiempo porque supe que mi vida sería ahora en otro país. En ese momento, mi familia y amigos se movilizaron para hacer una gran vaca y conseguir todo lo necesario para que pudiera empezar mis estudios de maestría en Estados Unidos.

Ya en Estados Unidos, mis nuevos profesores de la maestría me animaron a continuar al doctorado. Lo terminé en la Universidad de Minnesota en 2011 y, desde entonces, trabajo como profesora de español, literatura y culturas hispanas en una universidad regional en Estados Unidos. Me encanta enseñar mi idioma, las múltiples culturas que hablan español, escribir cuentos, poesía y artículos sobre literatura. Este viaje ha estado lleno de obstáculos, algunos económicos, otros psicológicos y emocionales. Ha sido un camino largo y sinuoso, pero ha sido también un proyecto de vida gratificante. Ha sido, sin duda, un camino que no habría podido recorrer sin el apoyo de la gente que creyó en mí a pesar de mis notas, de mis fracasos y de mi interés en estudiar algo fuera de lo que la sociedad esperaba de mí.


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