Historia y Cultura. "Aprender desde el Ejemplo."
Actualizado: 20 may 2023
Autora: Yuly Ríos
Creo que el dicho de “aprender desde el ejemplo” es la mejor manera de describir mi vida, ya que el ejemplo que recibí me preparó para soñar en grande.
Vengo de una familia muy pequeña pero llena de amor y esperanza conformada por mi madre, mi hermano y yo. Nací en un barrio popular de Cali poblado en su mayoría por familias como la mía, provenientes de diferentes partes del Pacífico que llegaron a la ciudad en busca de mejores oportunidades. Al ser un barrio naciente y ante la escasez de servicios básicos estas familias tuvieron que potenciar sus liderazgos y gestionar acciones que permitieran que el barrio evolucionara. Mi madre, Rosalba Palomeque Sevillano fue una de esas potentes lideresas.
Mi madre era una mujer cabeza de hogar, enfermera, líder social y comunitaria, con un espíritu de servicio incansable, que me demostró con acciones la manera de aportar a mi entorno, fortalecerme y prepararme para poder compartir lo mejor de mí. Su vocación y entrega fue mi mejor ejemplo, y su voz de aliento mi motivación para luchar por mis sueños y encontrar en el estudio mi mayor aliado. De manera constante ella me repetía “todo lo que aprendas te servirá en esta vida y recuerda que debes formarte como un ser integral, como un buen ser humano”.
Siguiendo su ejemplo, desde muy joven estuve vinculada a proyectos comunitarios en el barrio, a procesos juveniles y al trabajo voluntario en diferentes espacios que fue perfilando mi gusto por lo social.
Cuando terminé el colegio tenía claro que debía estudiar en la Universidad del Valle, primero por ser una de las mejores del país, y segundo, porque mi madre no tendría la oportunidad de pagarme una Universidad privada. Entonces con antelación empecé a estudiar en mis jornadas extraescolares y aproveché al máximo el pre-icfes que mi madre logró gestionar para mi hermano y para mí. Y fue en ese espacio donde, en tan solo pocas horas de estudio y gracias al enfoque que le dio la profesora a sus clases, descubrí mi encanto por la historia. Este campo de estudio me brindaba las posibilidades de conocer y entender los contextos de las comunidades migrantes del Pacífico que viven en ciudades como Cali (como era mi caso), y comprender cómo se fortalece nuestra identidad en estos nuevos espacios.
Estando en la universidad era consciente de la necesidad de aliviarle la carga económica a mi mamá y pude gestionar una monitoria en la biblioteca central, en la que estuve durante toda mi carrera convirtiéndose en mi escuela preferida. Allí, además de estar rodeada de libros y colecciones especiales, se me permitía conocer de primera mano las labores de la gestión cultural, sin dejar de lado el trabajo comunitario al que seguía vinculada en mis tiempos libres.
Lastimosamente mi madre falleció en un terrible accidente justo antes de finalizar mi carrera y a pesar de no tenerla conmigo su voz de aliento me acompañó y me acompaña, impulsándome a soñar en grande, visualizar mis metas y a llenarme de valentía para luchar por ellas.
Ya como historiadora vinculada a proyectos de investigación, pero con un vacío inmenso por mi duelo, encontré que una hermosa manera de hacer catarsis ante la ausencia de mi madre era hacer parte del mundo de la danza folclórica. Esta conexión con la danza me devolvió en parte la alegría y la pasión por vivir. Empecé a estudiar danzas en el Instituto Popular de Cultura en Cali sin pensar que ello complementaría mi formación profesional, al permitirme ahondar en los procesos y prácticas culturales de las comunidades del Pacífico con las que estaba fuertemente vinculada.
Ahora ya como historiadora, bailarina y gestora sentía que mi camino era la cultura, pero necesitaba más: estudiar más y conocer más. Pronto me di la oportunidad de volver a soñar, en esta ocasión con el proyecto de cursar una maestría por fuera del país. Sabía que la única alternativa sería una beca porque no contaba con suficiente dinero para viajar por mi cuenta.
Al no saber inglés al nivel deseado, la primera opción que visualicé era un país de habla hispana, por lo que con mi amiga Catalina empezamos a buscar de manera incansable becas en diferentes universidades. Finalmente, conté con la fortuna de encontrar una excelente oportunidad en la Universidad Nacional de La Plata, en Argentina, para estudiar una Maestría en Historia y Memoria. Fueron dos años intensos y de mucho aprendizaje proveniente del cambio de clima, observar otras costumbres, una mayor exigencia académica, y estar lejos de casa. Pero sin duda fue una experiencia enriquecedora que me dio muchos insumos para regresar y compartir lo vivido.
Meses después de mi regreso pude participar en un proceso de selección para el área cultural del Banco de la República en Buenaventura. Durante este proceso sentí como se materializaban los consejos de mi madre, pues todo lo que había aprendido y estudiado se ajustaba a lo que estaban buscando: experiencia en gestión cultural, manejo de bibliotecas, trabajo comunitario y estar cercana a los contextos culturales de la región, este último afianzado con la danza y el conocimiento sobre el Pacifico.
Ya gozando de un excelente espacio laboral donde hago lo que amo, entendí que era necesario profundizar la información relacionada con bibliotecas y por mi propia cuenta empecé a estudiar la profesionalización en Ciencias de la información, la documentación, bibliotecología y archivística en la Universidad del Quindío. De manera paralela tuve la oportunidad de ganarme una beca con la Corporación Manos Visibles para hacer una Maestría en Gestión y Producción Cultural y Audiovisual en la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá.
En este momento de mi vida puedo decir con certeza que el estudio es y ha sido mi amigo y aliado para alcanzar mis sueños, siempre acompañado del esfuerzo, la dedicación, la constancia, la disciplina, y la perseverancia como pilares y estandartes que soportan mi liderazgo; y que cimientan mi trabajo con la comunidad, permitiéndome entregar lo mejor de mí en todo lo que hago.
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